Encuentro (Ander y Vic)

-... Otra vez la misma historia de siempre...- jadeó el peliblanco mientras corría por las luminosas calles de Tokio-
Era media noche, había mucha gente aún activa, pero siempre se camuflaban entre ellos, aquellas personas que le estuvieron persiguiendo desde que asesinaron a sus padres cuando tan sólo tenía 7 años.
Vic siguió corriendo hasta meterse en un estrecho callejón sin salida, viendo como varias sombras se acercaban a el con afilados cuchillos.
No había salida.
¿O tal vez...?
Escuchó un pequeño ruido detrás de la valla en la que apoyaba su espalda y se giró rápidamente.

Era mi último día en Tokio. Me encontraba de viaje de negocios, pues mi jefe me había pedido que fuese allí de comercial, para entablar una relación con un socio de aquél lugar. Habían sido unos días muy duros, durmiendo en un hotel burbuja y con un dolor de espalda terrible. Acababa de salir de un restaurante típico japonés, antiguo y decorado con retratos de los antepasados del propietario. Me habían sentado en una mesa bajita, con cojines como asientos, lo que había empeorado mi postura, y mi dolor de espalda.
Había salido para dar una vuelta por la ciudad, y en aquél mismo momento me encontraba detrás de una valla, vagando por las extensas e interminables calles del transitado Tokio.
Observé como unos hombres misteriosos observaban maliciosamente a un joven con el pelo blanco. Parecía estar en apuros. Me apresuré y busqué unas cajas de madera que estaban en una pared, las cojí y las apilé junto a la valla.
-¡Date prisa!- le dije al chico señalando las cajas de madera. -¡Salta por aquí!-
No le conocía de nada, pero estaba claro que se encontraba en apuros.

!! -Vic se sobresaltó al escuchar la voz de aquel chico con el pelo grisáceo oscurecido por el cielo nocturno- ¡A-Ah! -tardó unos segundos al reaccionar y empezar a subir la valla de metal costosamente agarrándose a los hierros entrelazados del muro, haciéndose unos pequeños rasguños en los dedos, pero finalmente saltando al otro lado de la valla- ... ¿Y tu eres...? -cuestionó a la vez que se limpiaba la ropa torpemente- espera... me suenas de algo... -ladeó la cabeza observándole curioso-

El chico del pelo blanco saltó la valla finalmente, y me miró, preguntándome quién era. Entonces, al mirarle, vino un repentino flash a mi mente. Recordé a dos niños jugando a las cartas en una casa de playa, los ví reírse por tonterías y ver vídeos en Internet.
-¿Vic?- dije, sonriendo. -¿Te acuerdas de mí? Ander, Ander Vlad- dije señalándome y sonriendo como un niño. Esperaba que me recordase, aunque había pasado mucho tiempo desde entonces.

Miré a los hombres que nos seguían, y entonces le cogí de la mano, para correr juntos a un sitio en el que refugiarnos. -¿Porqué te siguen?- pregunté mientras corríamos.

... -Miré a los ojos del chico que me sonreía alegremente y me acordé de algo- ¿A-Ander? ¿Eres tú? -un hilo de esperanza se cruzó por mis ojos bicolores- Tengo tantas cosas que pregunt... ¡Uogh! -Antes de que pudiera haber acabado la frase me cogió de la mano arrastrándome de aquel lugar y viendo como aquellos sicarios intentaban seguirnos.

Finalmente, conseguimos escapar y escondernos en una pequeña tienda familiar, pequeña pero acogedora, dónde conocí a la dueña (que era una mujer de muy avanzada edad) y me aconsejó varios sitios para ir por Tokio.

-¡Ander! - Exclamé ya aliviado de aquella persecución- ¿Dónde te has metido todos este tiempo? -cuestioné intentando disimular la pregunta que había realizado el antes.

Conseguimos escapar, refugiándonos en una pequeña tienda. Él desvió mi pregunta y aquello me sentó fatal. Estaba claro que yo había huido porque me gustaba mi hermana y aquello estaba muy mal visto, pero ¿el? ¿de repente tenía una segunda vida?
-No, no, no, no, no... ni hablar, te he preguntado yo antes. Hace siglos que no nos vemos, y cuando te encuentro... ¿te siguen unos matones mafiosos? ¡¿Y no me dices nada?!- me quedé mirándole muy serio, y entonces fui a un pequeño rincón de la tienda, donde me hice un huevo.
-No te ajunto, ala...- dije, enfadado, mientras hacía círculos con el dedo en el suelo.